Primer uso de la huella dactilar como método de identificación.
Las huellas dactilares son impresiones visibles o moldeadas que produce el contacto de las crestas papilares de un dedo de la mano sobre una superficie.
La identificación biométrica se basa en el principio de que cada individuo puede tener un conjunto de datos reconocibles y verificables que son únicos y específicos para ellos. En el caso de las huellas dactilares, según Sir Francis Galton (primo de Charles Darwin), la probabilidad de encontrar dos huellas dactilares similares es de una en 64,000 millones, incluso entre mellizos.
El 28 de julio 1892, Juan Vucetich (antropólogo y policía argentino) hizo la primera identificación criminal con la huella digital. Él pudo identificar a Francisca Rojas (responsable de un asesinato) gracias a una huella encontrada en la escena del crimen.
Tras este hecho Argentina adoptó el Sistema Dactiloscópico Argentino, con lo que se convirtió en el primer país en usar las huellas dactilares como el único método eficaz para la identificación de sospechosos.
Actualmente las huellas dactilares siguen siendo uno de los controles biométricos más seguros y eficientes. También se utilizan la voz, el rostro o el iris.
Podemos encontrar esta tecnología biométrica en todo tipo de sistemas y dispositivos, como en teléfonos móviles, tablets, cajeros o controles de acceso, entre otros. Incluso los vehículos ya apuestan por la tecnología de reconocimiento dactilar.
El proceso de comparación e identificación de las huellas dactilares se ha evolucionado constantemente, añadido a esto se ha innovado en la biometría del comportamiento (principalmente en la banca digital), que evalúa la legitimidad de las operaciones de los clientes, como la forma en la que escriben en el teclado, las ubicaciones frecuentes desde donde realizan las operaciones o sus hábitos de compra.
Queda claro que esta tecnología seguirá vigente y en desarrollo y se debate qué tan intrusiva puede llegar a ser.