Se estrena la primera sala de cine

Se estrenó la primera sala de cine en la historia

Un 28 de diciembre de 1895, un reducido grupo de poco más de una treintena de personas llenaron los sótanos del Grand Café, en el número 14 del boulevard des Capucines de Paris. Asistieron a la que se considera la primera proyección de cine con público. El precio de la entrada era de un franco y el programa consistía en 10 películas, la mayoría con una duración de unos 50 segundos. Sus impulsores fueron los hermanos Auguste y Louis Lumière.

Los Lumière habían presentado oficialmente en sociedad su invento, el cinematógrafo, meses antes, el 22 de marzo, fecha igualmente considerada como la del nacimiento del cine, en la Société d’Encouragement à l’Industrie Nacional en París.

Claro que anteriormente a la iniciativa de los hermanos Lumière en el boulevard des Capucines habían tenido lugar otras proyecciones con público y con dispositivos similares que reproducían imágenes. El norteamericano Charles Francis Jenkins había mostrado, en junio del año anterior, 1894, su creación, el «Phantoscope», ante una igualmente reducida audiencia, aunque no estaba compuesta, al contrario de la de los hermanos Lumière, por un público desconocido, aleatorio, sino por familiares, amigos y periodistas. Es la primera proyección pública documentada en Estados Unidos. Se celebró en Richmon, Indiana, con el cortometraje de una bailarina de vodevil interpretando la danza de la Mariposa. El 1 de noviembre de 1895, casi dos meses antes de la presentación de los Lumière, otros hermanos, los alemanes Max y Emil Skladanowsky, exhibieron unos cortos ante un público, en Berlín, que también había pagado entrada, y se proyectaron mediante su bioscope (un paso adelante respecto a la linterna mágica, pero aún técnicamente más rudimentario que el cinematógrafo de los Lumière).

En esos inicios, muchas de «las salas de cine» no eran precisamente unos espacios confortables o que reunieran las debidas condiciones de seguridad. Eran antros a duras penas habilitados para acoger a gente. Ese invento que se exhibió a menudo en barracas de feria, tuvo en el Wintergaten Hall de Berlín, en 1895, el primer escenario más apropiado y fastuoso; un teatro de variedades que empezó a proyectar de forma regular obras cinematográficas. Eran proyecciones mediante el bioscope ideado por los Skladanowsky.

En Estados Unidos, el primer lugar dedicado a exhibir películas fue el Vitascope Hall, abierto en julio de 1896. Sin embargo, no fue hasta el 19 de junio de 1905 cuando se abrieron las primeras salas especializadas únicamente en cine. Concretamente, en Pittsburgh, Pensilvania, nació la primera de las míticas Nickleodeon. Solo 96 asientos y creada por Harry Davis y John P. Morris. Debía su nombre a la unión de dos palabras: «nickle» (la moneda de cinco centavos que costaba la entrada), y un vocablo griego, «odeon», que se refería a los teatros acondicionados, bajo techo. Los nickleodeon proliferaron entre 1905 y 1915.

No tardarían en llegar salas más grandes, con enormes pantallas. Verdaderos templos al culto cinematográfico, y con el que atraer a los espectadores, provistos de vistosas cortinas rojas y exuberantes decoraciones con columnas ornamentales e impresionantes lámparas coronando el techo, como el mítico Teatro Chino Grauman de Los Angeles, inaugurado en mayo de 1927.

La capacidad de sorpresa de esos primeros espectadores ya no existe, pero para rememorar esos 120 años, aunque sean simbólicos, del inicio de las salas de cine y un público pagando por la entrada, podemos intentar sentirnos por unos segundos como esos pioneros, aunque sea en nuestra habitación, comedor o salón, sentados frente al ordenador o Smart TV, o desde nuestro dispositivo móvil, para visionar dos de los más célebres cortos de los hermanos Lumière.